No son zombis son infectados
Creo que ya lo he comentado alguna vez por aquí, pero tengo grandes recuerdos yendo al cine cuando era un crío. Recuerdo ver Matrix y salir flipadísimo con el tiempo bala, o quedarme pegado al asiento del cine de verano en el que vi por primera vez al hombre malvavisco en Los Cazafantasmas. Esos recuerdo y muchos otros suelen tener algo en común: ver algo sorprendente en una pantalla gigante. Ese momento en el que ves algo y dices «¿cómo narices han hecho esto?» tiene muchas papeletas para quedarse grabado en mi cabeza durante décadas. Y luego tienes ocasiones, bastante raras, en las que una película te sorprende en todos los aspectos. Eso fue exactamente lo que me pasó cuando un día entré por casualidad a ver 28 Días Después. Una historia bien contada, extremadamente novedosa tanto a nivel técnico (con esos planos angustiosos que recuerdan a una body cam en mitad de una zona de guerra) como argumental (no se si fueron los primeros infectados que corrían como locos en el cine, pero si que fueron los primeros que yo vi). A eso se le suma una fotografía impresionante (las escenas de ese Londres desolado tras la infección son una maravilla) y una banda sonora legendaria (de nuevo, otra primera vez para mí: Godspeed You! Black Emperor y su música, que le va maravillosamente a un entorno posapocalíptico). Todo ello aderezado con un casting cojonudo: Cillian Murphy, Christopher Eccleston y Brendan Gleeson dándolo todo, con unos secundarios a la altura. 28 Días Después se convirtió en un clásico del genero zombi de manera instantánea, y en mi humilde opinión, ha aguantado perfectamente el paso del tiempo.
Después vino 28 Semanas Después, una película que se acerca más a la acción que al terror, y si bien sigue teniendo momentos espectaculares (esa primera escena también vive en mi cabeza sin pagar alquiler…) y está dirigida de manera más que notable por Carlos Fresnadillo, a mi me parece que le lastra un guión bastante más flojo que el escrito por Alex Garland para la primera película.
Y con ese sabor de boca agridulce me quedé durante casi veinte años… hasta que anunciaron que Danny Boyle y Alex Garland se volvían a juntar para estrenar 28 Años Después. He de reconocer que cuando saltó la noticia tuve una sensación agridulce: por una parte estaba claro que podía ser una maniobra para sacar dinero con una IP ampliamente reconocida, como tantas otras veces ha ocurrido. Pero por otra… volvía el dúo Boyle-Garland. Y eso son palabras mayores. Tras un par de tráileres de escándalo, acepté que dentro de mi cabeza iba a tener a estas dos ratas hasta que viera la maldita película:
Una rata: mi yo interior diciendo que va a ser una mierda.
La otra rata: mi niño interior diciendo que va a ser la polla.
Así que finalmente decidí subirme a la boyleandeta y me dejé llevar al cine. Y menos mal que lo hice, porque 28 Años Después es una sucesora más que digna de 28 Días Después. He visto críticas dispares sobre la peli, pero si bien entré al cine sin tener muy claro lo que iba a ver, con el paso de los días creo que me ha terminado ganando. Boyle y Garland se han sacado de la manga una obra rompedora, casi tanto como lo fue en su día 28 Días Después. Si bien en ese caso estábamos frente a una película de zombis distinta (no son zombis, son infectados), 28 Años Después elige no quedarse anclada en sus orígenes (cosa que habría sido bastante fácil y posiblemente mucho más segura en taquilla), y del mismo modo que el virus de la rabia ha ido mutando con el tiempo, la saga también evoluciona. Ya no estamos viendo una película de terror, ahora transitamos un sendero sinuoso entre la acción, el género posapocalíptico, la survival movie y el terror. Y la verdad es que el cambio de aires le ha sentado de maravilla.
Tenemos un primer acto que recuerda mucho a obras como The Last of Us, con un padre y un hijo aventurándose en zona hostil, donde vemos cómo los infectados han ido evolucionando con el paso de las décadas en un Reino Unido aislado del mundo. Aquí brillan especialmente la fotografía (aunque bueno, esta es magnífica durante las casi dos horas de duración de la cinta) y la dirección de Boyle (ese setup con ~20 iphones da unos planos de acción totalmente rompedores). Además se permite el lujo de intercalar los versos de boots con escenas aterradoras de los infectados en la noche (y algún que otro guiño para los amantes de la saga), introduciendo los temas que se van a ver durante todo el filme.

Los otros dos actos dan un giro que no me esperaba, aunque creo que ayudan a que esta película sea única y no una mera repetición de la fórmula que ya funciona, y encajan a la perfección con varios de las ideas que Garland ha elegido tratar en su guion: el aislamiento de una nación por parte del resto del mundo (¿quizás una referencia al Brexit?), la identidad de grupo y el nacionalismo, la masculinidad tóxica y cómo esta puede pasar (o no) de padres a hijos, la importancia de vivir la vida (y la muerte) dignamente y el reconocimiento hacia los que son diferentes. Estos últimos dos puntos me parecen lo mejor de toda la película, y lo que la hacen especialmente única. A través del personaje interpretado por Ralph Fiennes (que está que se sale), Garland nos invita a mirar al futuro y a aceptar los cambios que ocurren a nuestro alrededor, a valorar lo que tenemos y a aprender a disfrutar del camino de la vida junto a los que nos rodean. En los tiempos que corren, con unos niveles de crispación y enfrentamiento prácticamente infinitos, creo que este es un mensaje que vale la pena transmitir, y la verdad es que no esperaba encontrármelo en esta película.
En resumen: buen guion, fotografía impresionante, banda sonora de lujo y un director en estado de gracia haciendo lo que le sale de las narices. Recomendadísima. Con una segunda parte ya grabada y a la espera de estrenarse a principios de 2026, parece que volvemos a tener infectados en el menú. Y la verdad es que si me los traen así, ahí estaré yo para disfrutarlos.
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