Te despiertas. Sientes frío. Apenas puedes mover las piernas, y no tienes muy claro si no te responden por las bajas temperaturas o porque tu cuerpo metálico ha dejado de funcionar. Mierda. Sí, hace unos segundos estabas soñando con ese día de verano en el que saltabas a una balsa de agua y el frío recorría todo tu cuerpo, como un rayo cruzando el cielo, atronador bajo la tormenta. Sin embargo, ahora eres capaz de sentir un retraso entre el momento en el que tomas la decisión de mover tu mano y cuando esta comienza a desplazarse. Tu cuerpo no funciona bien. Esa maldita empresa a la que le ofreciste tu mente para que la introdujesen en este prometeo mecánico te la ha jugado. Espera un momento, ¿has dicho… tu mente? ¿Es realmente tu mente la que está pensando ahora mismo, o una simple copia? ¿Hay alguna diferencia? ¿Estás realmente vivo, o todo esto no son mas que unos cientos de millones de líneas de código que nadie es capaz de comprender, un simple bug dentro de un sistema descomunal, viajando a la deriva en un mar infinito de unos y ceros?
Citizen Sleeper te pone en la piel de un sleeper, un robot habitado por una copia de la mente de un ser humano, gracias a un vacío legal del que las grandes corporaciones se sirven para llevar a cabo trabajos extremadamente peligrosos a lo largo y ancho del universo. Mientras intentas sobrevivir a las averías de tu cada vez más maltrecho armazón, vas descubriendo el pequeño microcosmos que se ha construido en El Ojo, una estación espacial en la que sus habitantes intentan salir adelante en un complejo entramado político, económico y social.
Técnicamente, Citizen Sleeper es el un juego de mesa de tablero llevado al videojuego. A medio camino entre una novela visual y una aventura gráfica, vamos descubriendo un relato narrado a través de unos textos maravillosamente compuestos (es una verdadera lástima no tener un narrador como sí tenía Disco Elysium), en la que el jugador puede ir tomando decisiones a través de una serie limitada de tiradas de dados que hay que ir gestionando en cada uno de los días (ciclos) en los que transcurre la historia. A través de estas decisiones vas viendo esa sociedad cyberpunk que presenta el título: un futuro dominado por corporaciones que hacen y deshacen a sus anchas, utilizando a la gente de mil maneras, a cada cual más cruel. Una sociedad donde las personas siempre se encuentran justo por debajo del umbral del bienestar, lo cual les impide vivir en tranquilidad, viéndose forzados a estar en una búsqueda continua de trabajo. Un mundo en el que todo está organizado por bandos enfrentados entre sí, pese a que todo funcionaría mucho mejor si fueran capaces de colaborar por el bien común. Un futuro en el que la línea entre lo biológico y lo sintético ha quedado totalmente desdibujada, con robots cuya mente proviene de un ser humano, pero también con sistemas informáticos (y biológicos) que evolucionan hasta alcanzar la consciencia, buscando una armonía con los humanos que parece inalcanzable.
Como las mejores obras de ciencia ficción, Citizen Sleeper introduce magistralmente todas estas ideas filosóficas y hace volar a la mente en direcciones inesperadas. Para lograrlo se ve ayudado por un estilo visual sencillo pero impecable y, sobretodo, por una banda sonora cuyas melodías sintéticas resultan un acompañante perfecto para viajar por la negrura del espacio. El juego no tiene mucho más, pero creo que esa sencillez (que no simpleza) es su mejor arma. Al poner las cartas sobre la mesa de manera tan evidente es difícil no centrarse en los puntos fuertes de la obra. Resulta imposible no ver paralelismos entre su historia y el mundo en el que vivimos: el juego es una crítica al sistema capitalista salvaje y desmedido por el que se rige nuestra sociedad, y presenta un más que probable futuro al que parece que nos acercamos de manera desenfrenada. Un sistema donde las desigualdades, en lugar de desaparecer, se acrecentan día a día. Donde los derechos de la mayoría menguan sin freno mientras que los beneficios de unos pocos crecen de manera exponencial. Donde la ley se aplica de distintas maneras según la riqueza que tengas. Donde el entorno no es más que un espacio que destruir con fines comerciales. Donde el hecho de que se te considere humano depende del color de tu piel o de donde hayas nacido. Donde tu cuerpo no es de tu propiedad.
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