Autor: Vernor Vinge

Título: A Fire Upon the Deep

Año de publicación: 1992

Páginas: 613

Nota: 🌕🌕🌕🌕🌕

Primera novela de la serie de las zonas de pensamiento, en la que Vinge divide la galaxia en cuatro zonas en función de su distancia al centro: cuanto más cerca de este, más limitaciones hay tanto a las leyes de la física como del pensamiento. La novela comienza con una expedición que se encuentra estudiando unas ruinas en un planeta en la linde entre dos zonas, y despierta una IA que alguien (o algo) encerró en la zona inferior. Las pocas páginas que narran el despertar de la IA y las acciones que esta toma me resultaron impresionantes, y me sirvieron para darme cuenta de manera instantánea que la novela me iba a encantar.

Además de esa trama, Vinge juega con una densidad de ideas alucinante. En A Fire Upon the Deep te encuentras con conceptos, en un lapso de cincuenta páginas, que darían para empezar sagas independientes, y el autor los introduce como si nada. Quizás este hecho tire un poco hacia atrás a algunos lectores, que pueden sentir que la novela pierde el foco o peca de profundizar poco en muchas de sus ideas. A mí me parece una maravilla. Es el máximo exponente de lo que, en mi humilde opinión, debe ser una historia de aventuras en el marco de la ciencia ficción. Una space-opera en mayúsculas, con una trama interesante que sirve para introducir temas que te harán pensar por tu cuenta durante semanas o meses tras terminar la lectura. Y es que este libro lo tiene todo: razas alienígenas que de verdad se sienten extraterrestres (y no simples criaturas que piensan y se comportan igual que nosotros); tecnologías que moldean la manera en que los seres vivos se relacionan y tienen efectos devastadores para la civilización; primeros contactos entre especies totalmente distintas (tanto a nivel biológico como tecnológico); cuestiones filosóficas sobre la naturaleza del ser humano; una escala de una talla tal, que la palabra colosal se queda corta y un sinfín de elementos que recomiendo descubrir por uno mismo.

Por último, me tengo que quitar el sombrero por los momentos de genialidad que tiene la novela a nivel «técnico». Ya he comentado lo bien escrito que me parece que está ese inicio con el despertar de la IA, pero no puedo dejar de sonreír cada vez que recuerdo la manera en que Vinge va introduciendo al lector, poquito a poquito, a los Tines. No digo más porque creo que la experiencia de descubrir las singularidades de estos alienígenas es de las mejores que he tenido leyendo ciencia ficción.